martes, 1 de diciembre de 2009

Arte y Anarquismo

Por: Torres Villasana Jesus Alberto



    Para comprender el concepto de arte hay que tener en mente que es un concepto que se ha ido modificando o que ha ido evolucionando conforme lo ha hecho el ser humano, por ser una invención de éste al igual que la ciencia y las tecnologías.


    Teniendo en cuenta también que es afectado por factores externos al arte, como situaciones o circunstancias históricas, políticas, sociales, económicas, inclusive filosóficas.


    Como artista y alumno de la Escuela de Artes, me veo obligado a introducirme en un mundo creado a partir de los vanguardistas de principios de siglo XX (por estar en un periodo reaccionario a los cambios e innovaciones en el pensamiento, iniciados en dicho periodo), que con el correr del tiempo se ha ido puliendo o se ha ido reforzando y al mismo tiempo, alejándose del concepto y retorciendo lo que por arte se entendía y se entiende actualmente. En aquellos tiempos fue algo radical y totalmente nuevo el romper con el academicismo o clasicismo que se vio desde el renacimiento, por plantear así el rompimiento del yugo creativo impuesto por las influencias clericales y el poderío de los monarcas y la burguesía; pero esas rupturas dieron un rumbo escabroso y difícil de comprender a lo que por arte se entiende actualmente. Para muchos el arte es un fraude, es elitista, sólo unos cuantos lo comprenden, y para muchos está muerto, no existe; si este fuera el caso, no se debe a la falta de experimentación e investigación en el campo estético, ni por la ausencia de la necesidad que el hombre o los pueblos tengan de éste, sino por la falta de compromiso y el abandono de los vínculos con el sentido o los sentidos más profundos que toda sociedad tiene.


    “El mérito fundamental de una obra de arte es el de ser directamente perceptible. Dado que los sentidos humanos se dirigen, por una acción biológica, hacia señales relevantes, un sonido de corneta, una sirena de alarma o una obra musical destacan del ruido de fondo por su tonalidad reconocible, lo que comprensiblemente provoca en el oyente el impulso de reaccionar. Del mismo modo, en pintura, escultura o arquitectura, la estructura visual ordenada de la forma, tamaño y color de una obra realizada atrae al espectador por su inmediata legibilidad“, escribe Nelson Goodman en El arte entre los demas objetos. “En un sentido general, continúa Goodman, el orden y la armonía del objeto de arte le convierten en un oasis en un mundo caótico y perturbador. Esta estructuración perceptual permite que el objeto de arte ilustre espontáneamente unas constelaciones definidas de fuerzas que impulsan los procesos físicos y mentales en general. La experiencia purificada de temas dinámicos de base, como armonía y disonancia, equilibrio, jerarquía, paralelismo, compresión o liberación, constituye un mérito con un valor cognitivo primordial.”


    El arte es una forma de expresión que cambia con el tiempo y con la historia a la que pertenece y representa, cambia la forma de expresión, pero no el interés por articular discursos sobre asuntos comunes y universales. El hombre, para rebasar los límites que le impone su individualidad, para convertir a ésta en social, tiene que apropiarse de otras experiencias y el arte resulta, en este sentido, totalmente indispensable. El arte es un poderoso llamamiento a la acción, en tanto que ilustra diversas y potenciales formas para cambiar el mundo. Además, es un poderoso vínculo entre el individuo y la sociedad.


    Tomando en cuenta que vivimos en una ciudad en la que se da una diversidad cultural e intelectual que apenas hace unas décadas era inimaginable. Pienso que es necesario tomar en cuenta la cosmovisión de cada una de las piezas que conforma este gran y diverso rompecabezas, y no sólo a aquellos sumergidos en “el mundo del arte”.


    Como artista me cuestiono siempre si el camino que estoy tomando es el correcto, y es a partir de dichos cuestionamientos que me doy cuenta de que por medio de mi trabajo plástico puedo plantear las mismas cuestionántes a la sociedad en la que me desarrollo, el ser humano es capaz, por naturaleza, de observar, cuestionar y accionar, pienso es la manera en la se ha desarrollado el conocimiento, ahora bien, asumiéndolo de manera mas personal desde que entre a la escuela de artes cuestionar el entorno en donde nos desarrollamos, las circunstancias sociales, políticas, étnicas, económicas, religiosas, y todos los factores externos al arte que discretamente están dando forma al concepto, se vuelve un ejercicio de lo cotidiano, pero, ¿de qué me sirve darme cuenta de la situación si nadie mas lo hace?


    A mi manera de verlo, el mundo del arte aquí en mi ciudad está desarrollado en un ambiente súper hermético, lleno de “eruditos” sabiondos pedantes, y gente con un poder adquisitivo muy elevado sin ningún conocimiento o comprensión de lo que están siendo partícipes. Para introducirse en ese mundo hay que hacer “lo que ellos quieren” o “lo que a ellos les gusta” y ¿que es lo que quieren? Sería mi interrogante más próxima, pues para contestar retomo un comentario hecho por un maestro de filosofía precolombina que asegura: “América es un producto de Europa”. Somos parte de una sociedad sin identidad, es decir, que sigue un estándar de desarrollo ya predicho por una sociedad con un nivel de desarrollo humano e intelectual más avanzado al nuestro, debido a la perdida de las raíces del pensamiento prehispánico ocasionada por la occidentalización y la conquista espiritual; nos hemos desarrolla a la sombra de ésta gran máquina capitalista, trayendo como resultado, la situación actual.


    Uno de los problemas más notables y de los que más me incomoda, es la manera en la que el capitalismo ha mercantilizado la obra de arte, ha aislado al arte y al artista de la comunidad, y esto ha impedido el cumplimiento de su función social, es decir, el cumplimiento de la optimización humana y social de ésta, como su valor más grande y característico. El capitalismo ha hecho que el arte pierda el carácter público que tenía en otras épocas, y le ha transformado en mercancía de consumo individual, donde el valor del cambio es más importante que su valor estético y por supuesto más que el comunicativo y documental. El capitalismo es un mercado consumidor económicamente poderoso y manipulado por intereses comerciales que necesita renovar constantemente la oferta inventando modas transitorias que desnaturalizan la creación estética y su función social.


    Pienso que es tiempo de darle una función al arte más allá de ser un producto, se tienen que tomar en cuenta todos los factores que intervienen la manera de percibir de la sociedad, de todos los individuos que la conforman, puesto que el arte no debe ser sólo para un grupo social determinado por el estatus, intelectual o económico que le define como tal.


    Como espectador del arte, por lo menos en lo que mi poca experiencia en este campo me permite, he sido testigo de eventos en los que supuestamente se exponen obras de arte; llenas de un discurso aburridísimo y por demás absurdo, retomo lo anteriormente escrito, el arte no puede ser sólo para unos cuantos. Tenemos que ver las necesidades de nuestra sociedad para saber a quien debe ser dirigido el discurso, vivimos en una sociedad en la que desgraciadamente la educación no es igual para todos, la educación se imparte según el estatus social de las familias, y si tomamos en cuenta que tan sólo mas del 60% de la población es considerada de clase media y baja, socialmente hablando se sufre de un estancamiento intelectual de magnitudes apocalípticas, por el contrario aquellos que tienen un considerable poder adquisitivo para pagar una educación privada, se ve privado al mismo tiempo de la sociedad, creciendo en un círculo tan hermético como en el que el mundo del arte se ha desenvuelto.


    La sociedad se está pudriendo en falsedades eclesiásticas y sistemas políticos llenos de basura y mentiras. El arte debe hacer reflexionar a la gente que no tiene la habilidad o la capacidad de hacerlo a través de las letras o los sonidos como pocas personas lo logran. Vivimos en una sociedad que cada vez más se ve hundida en un materialismo consumista y superficialismos absurdos creados por el consumo masivo de productos que no sirven nada más que para ser consumidos; puesto que la mayoría de los jóvenes de la actualidad prefieren dejar los estudios para buscar un trabajo denigrante y mal pagado por la falta de preparación, enriqueciendo a los dueños de los monopolios comerciales que cada vez se hacen más fuertes y a su vez va destruyendo lo que una vez fue la raza humana para convertirla en herramientas para la mera satisfacción de sólo unos cuantos.


    Esto es lo que veo en mi sociedad, y teniendo en mis manos la capacidad de crear y cuestionar, creo fervientemente que el arte debe dejar de ser un producto comerciable (vendible o comprable), por lo menos para las personas que no tienen las facilidades adquisitivas, y convertirse en un catalizador de reflexión, es tiempo de poner los pies en la tierra y hacer algo por nuestros prójimos y el entorno en el que nos estamos desarrollando, puesto que si no hacemos conciencia ahora después será demasiado tarde, pues la gente se enajena de su entorno cada vez más y más, para ser una especie de máquinas programadas para producir, consumir y destruir.


    “Las grandes épocas creadoras coinciden con la autonomía de la cuidad y la organización federalista de la sociedad. Por consecuencia, en las épocas dominadas por el pensamiento o la acción política, la cultura decae” escribe Andre Reszler en su libro La Estética Anarquista.


    Tomando como referencia lo propuesto por Jorge Alberto Manrique en su artículo “¿Arte o no-arte?”, donde enuncia tres características fenomenológicas que se dan dentro del concepto del arte a través de la historia. La primera sería el hecho de juzgar la obra de arte como una selección en la naturaleza o en el mundo que nos rodea o nos constituye. Desde que el arte se plantea como una representación, ninguna obra pretendió representar toda la naturaleza, sino una parte específica (la mejor, la más bonita, la más monstruosa, etc.) de esta manera, el artista nos da su visión del mundo, lo que el piensa o siente de la realidad. La segunda se refiere a entender la obra de arte como una expresión, puesto que hay una representación de la naturaleza (como enuncia la característica anterior) no puede depender de otro factor más que del artista mismo. Y la que al igual que el autor pienso es la más importante es la tercera que se refiere a los factores extrínsecos del concepto: la función de las obras de arte dentro de una sociedad. Como asegura el autor más delante de este mismo texto: “lo más que puede decirse, es que a una sociedad ‘le conviene’ producir obras de arte, por tales o cuales razones, pero de ninguna manera que le sea indispensable para existir, el producirlas. De ahí que la obra de arte pase a formar parte de colecciones, galerías o museos, hay un solo paso: su ingreso a tales instituciones la sanciona como artística, pero también le certifica su condición de innecesaria”.


    A todo lo anterior, uno de los problemas más emblemáticos del arte contemporáneo es ver el objeto de arte como producto comerciable (especialmente para aquellos que buscan un beneficio monetario por el trabajo elaborado) para aquellos que persiguen los estándares primermundistas del concepto, que como menciona el autor anteriormente citado “le certifica su condición como innecesario”.


    Propongo abordar el concepto de arte de una manera aristotélica, solo en el aspecto “como un modo específico de conocimiento”, a manera de apropiación de la realidad o a manera de una herramienta, el arte como una herramienta cognitiva que ayude a la sociedad donde nos desarrollamos, para cuestionar y comprender lo que en ésta misma sucede, como en su momento el movimiento del muralismo mexicano, pero con fines no precisamente pedagógicos.


    La estética anarquista parte de considerar al arte como expresión indispensable en la vida de los pueblos y los individuos, en tanto se trata de una praxis que fusiona la imaginación con el trabajo. El arte ha sido y puede volver a ser “trabajo liberado y liberador”, pues en él se evidencia lo mejor de la persona y de los colectivos.


    El anarquismo de matiz más social, desde Proudhon y Kropotkin en el siglo XIX y hasta Rudolf Rocker y los revoltosos vanguardistas del siglo XX, inste en ligar las posibilidades libertarias del arte a su papel de experiencia esencial para el imaginario y el accionar colectivo.


    “La estética anarquista es el guardián del espíritu de ruptura. Y puesto que tiene la mirada fija en el porvenir – la utopía – interpreta tal vez mejor la aspiración del artista de hoy a la libre expresión de su fe heterodoxa.” Escribe Andre Reszler en su libro La Estética Anarquista.


    Es importante diferenciar las propuestas de la estética anarquista de las propuestas de la estética marxista ortodoxa que radica en tres puntos clave: 1) La visión del compromiso social del arte y el artista; es una de las similitudes más comunes en ambas doctrinas filosóficas y aunque ambas exigen vincularse a la lucha por la libertad y la igualdad, el Anarquismo enfatiza que éste es también el combate por un arte libre de constricciones internas y externas a él que lo empobrecen y someten; mientras el marxismo llama al artista a la lucha más como una obligación social. 2) Relaciones entre forma y contenido en el arte; para los pensadores anarquistas no tiene sentido establecer cánones perceptivos en forma o contenido, pues la estética anarquista llama a la experimentación, como un culto a lo ignoto, sin desperdiciar lo que hay de vital en la tradición; al contrario, en la ortodoxia marxista-leninista se considera como verdad revelada a la temática del realismo socialista. 3) Interpretación del fenómeno artístico; aceptando lo enunciado por los marxistas: el arte tiene obvias raíces histórico-sociales, la estética anarquista reivindica la autonomía del proceso creador, pues explicar la actividad artística por un determinado estrecho —como suele suceder con la ortodoxia marxista—impide potenciar su función innovadora y subversiva, la cual para la estética anarquista está no sólo en el contenido y su significación social, sino también en la forma y en el acto libre de la creación.





Bibliografía

• Reszler, Andre. La estética anarquista. 1974


• Manrique, Jorge Alberto, ¿Arte o no-arte?, Revista de la facultad de Filosofía y letras, Vol.1 Mayo-Agosto 1968.

• Goodman, Nelson -“El arte entre los demás objetos.”

• Revista latinoamericana de estudios sobre la historia
http://www.rlesh.110mb.com/

• Hernan Montecinos, Proceso creativo y su función social, septiembre 2009 http://hernanmontecinos.com/2009/09/14/el-proceso-creativo-y-su-funcion-social/

• Cristina Híjar González, Zapatistas, lucha en la significación. Mayo 2007 http://discursovisual.cenart.gob.mx/dvwebne9/agora/agohijar.htm

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http://www.congresoretosyexpectativas.udg.mx/Congreso%205/Mesa%204/ponencia25.pdf

• Sergio Pereira Poza, La dramaturgia anarquista en Chile: ¿un discurso ideológico?, diciembre 2008 http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-71812008000100006&script=sci_arttext

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• Mónica Serrano Díaz, El anarquismo http://www.monografias.com/trabajos14/anarquismo/anarquismo.shtml

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• Fernando Pessoa, Sobre la función social del arte, 1916 http://ensayopessoa.blogspot.com/2007/10/sobre-la-funcin-social-del-arte.html

• Itzel Rodríguez Mortellaro, La función social del arte según José Vazconcelos http://sepiensa.org.mx/contenidos/h_mexicanas/s.xx/vasconcelos/vasconcelos_1.html




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